miércoles, 8 de mayo de 2013

ADORACIÓN Y HUMILDAD

ADORACIÓN Y HUMILDAD

(VERSIÓN PARA MÓVIL de este artículo)
LA ADORACIÓN ES UN ACTO DE SUMISIÓN A DIOS
 
Adorar al Señor también implica, en sí mismo, un acto voluntario de sumisión y sometimiento a Dios, así como de reconocimiento de su absoluto señorío sobre todo; e incluso, sobre nuestras propias vidas. Al adorarle así, entregamos a él nuestra voluntad y nuestros deseos, conjuntamente con todo nuestro ser.
Igualmente, le estamos cediendo, voluntariamente, el trono de nuestro corazón, para que sea él quien reine (real y literalmente) en y sobre nuestras vidas. Por eso, la adoración al Señor ha de ser entregada en una actitud de humildad verdadera.
 
Un encuentro de adoración con nuestro Dios, involucra además, una humillación real de nuestra parte; en donde nuestro “yo” “desaparece” y queda reducido "a nada", ya que al adorarle reconocemos el señorío y majestad de Dios.
En la adoración a Dios rendimos y sometemos en obediencia todo nuestro ser a él: cuerpo, alma y espíritu. Y más allá de un acto de sometimiento, la adoración a Dios es un acto de entrega de nosotros mismos al Señor.
Por eso, con nuestro ego y orgullo humanos crucificados, con nuestro ser entero “derramado” ante sus pies en adoración (tal como María cuando derramó su perfume ante el Maestro), es que ocurre un encuentro, sin obstáculos entre nosotros y Dios.
Es que Dios mismo llega así a reunirse con sus hijos, en la adoración; y es allí cuando Dios viene a hablarnos. Recordemos que Dios atiende al sencillo y humilde de corazón.
“Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra.”
Isaías 66:2
"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional."
Romanos 12:1

No hay comentarios:

Publicar un comentario